sábado, 28 de noviembre de 2020

LA SERRANA DE LA VERA

 A una legua de Garganta

cinco leguas de Plasencia,

habitaba una serrana

alta rubia y sandunguera.


Vara y media de cintura,

cuarta y media de muñeca,

los cabellos que tenía

hasta los zancos le llegan.


Si tenía ganas de agua,

se subía a las altas peñas.

Si tenía ganas de hombres,

se bajaba de la sierra.


Vio venir a un cabrerillo

con una carga de leña,

al que cogió de la mano

y a la cueva se lo lleva.


No le lleva por caminos

ni tampoco por veredas,

lo lleva por altos montes

por donde "naide" les vea.


Ya tratan de hacer lumbre

con huesos y calaveras

de los hombres que ha matado

aquella terrible fiera.


Ya trataron de cenar

aquella excelente cena

de conejos y perdices

y tórtolas halagüeñas.


«Bebe, serranillo, bebe

agua de esa calavera;

que podrá ser que algún día

otros de la tuya beban».


Ya trataron de acostarse,

le mandó cerrar la puerta

y el serrano que es muy curdo

la ha dejado medio abierta.


Cuando la sintió dormida,

se ha salido para fuera,

media legua lleva andando

y sin volver la cabeza.


Despertose la serrana,

ha salido de la cueva,

puso una piedra en la honda

que pesaba arroba y media.


Con el aire que llevaba

le ha tumbado la montera,

y si no es por una encina

le derriba la cabeza.


«Vuelve, pastorcillo, vuelve

que te dejas la montera

que es de paño fino y bueno

y es lástima que se pierda».


«No me importa la montera

si se pierde que se pierda

ya me hará mi abuela otra

y si no me estoy sin ella».


«Por Dios te pido cabrero

que no descubras mi cueva

que si acaso la descubres

te he de cortar la cabeza».


Tu padre será el caballo

tu madre será la yegua

y tú serás el potrillo

que relinches por la sierra.

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