Yo vengo de un tiempo de cerezas
De la espiga del viento y de la hoz
Mapa que retiene la memoria
Como una fotografía en blanco y negro
Yo vengo de un tiempo que me nombra
Con espada de madera y crucifijo
En la escuela se cantaba el cara al sol
Y en la calle a Molina y Joselito.
Era el tiempo de ser niño.
Por la dulce voz, por el agudo grito
La calle una plaza abierta.
La plaza un planeta unido.
Con calles a muchas puertas.
Casas de abuelos y de primos
Era el tiempo del caballo y de la yegua
De los cerdos, las gallinas y los nidos
Y el huerto con todos sus manjares, olores y sabores
Que mi padre labraba, artesano del surco.
Escultor del manzano y de la higuera.
Sabio en su oficio, dueño de la hazada y la guadaña
Gigante humano domando la tierra
Era el tiempo de la era y de la trilla.
Campanas y cigüeñas. Paraíso del pobre.
Pan y espigas
Era el tiempo del trino y el jilguero
Cantaor de coplas, ruiseñor de sueños
Era el tiempo de la radio y de los rezos
De las tristes procesiones para muertos
De los muertos tan cercanos a la era
De los lobos y bandidos por la sierra
Era el tiempo de los juegos en pandilla
De la comba, de la piedra,
Del pinchete, de la pídola
Y el verano, como un año al sol entero
Con siestas en la manta por el suelo
Era el tiempo de la madre y sus caricias
De su dulce voz, de sus ojos dulces,
De su tierna risa
Del abuelo y su secreto de tristeza
Que ahogaba cada noche con vino de taberna
Era el tiempo de la pana y los remiendos
Del café de estraperlo,
De la sopa de tomate y de patata
Del pecado que mata.
Del miedo, del castigo y del perdón
Era el tiempo de temer a Dios.
- 'Yo vengo de un tiempo de cerezas', Luis Pastor -
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